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Fracaso moral: La distribución desigual de vacunas para la covid a nivel internacional

Foto del escritor: Mariana MenesesMariana Meneses

Actualizado: 23 ago 2021

Ya ha pasado un año desde que se anunció un posible confinamiento por el coronavirus-19, las discusiones sobre este virus han variado en el transcurso del año. Primero por una estrategia de contener la propagación del virus; luego por reactivar la economía; las condiciones laborales; los métodos de enseñanza-aprendizaje; la saturación de hospitales; tratamientos más o menos eficaces; entre otros y ahora la distribución y aplicación de vacunas.


Cada país se encuentra desesperado por adquirir las dosis necesarias para su población, en esta compra desesperada y urgente se han evidenciado una serie de problemas mundiales que requieren especial atención.


Según un recuento de la agencia AFP, citado en Expansión “nueve de cada diez vacunas se inyectan en países con recursos altos o medios-altos, según la clasificación del Banco Mundial, y casi la mitad (45%) en los del G7 [Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Japón]. En cambio, en los 29 países de «débil» ingreso, solamente Guinea y Ruanda han empezado a vacunar. Unos 1,840 millones de personas —casi un cuarto de la población mundial— viven en países que aún no vacunan.”


Ante esta evidente desigualdad, el secretario general de la ONU Antonio Gutiérrez ha señalado “el fracaso moral” que deja el nacionalismo de las vacunas, pues 130 países aún no han recibido una sola dosis. En este sentido, el acaparamiento desmedido de vacunas de países con altos recursos significa un gran problema para la recuperación global de la pandemia.


La distribución desigual de las vacunas entre países ricos y pobres nos permite observar un fenómeno nada nuevo. Con frecuencia el poder económico se sobrepone ante las necesidades del bien común: grupos farmacéuticos que mantienen las patentes de la vacuna para explotar sus vacunas y fijar precios de venta, países acaparando grandes cantidades de vacunas, y países que se rehúsan a participar activamente en programas de cooperación internacional como Covax, son un ejemplo de ello.


Lo anterior demuestra una vez más que el neoliberalismo triunfa, la competitividad y el libre mercado están primero. La salud, la aplicación y distribución de vacunas es reducida a una actividad de negociación y acumulación de capital económico- político variado en cada país.


El éxito en política interior que les pueda brindar aplicar la mayor cantidad de vacunas posible no implica la recuperación mundial de una pandemia, si solo una pequeña parte de la población mundial logra vacunarse las posibilidades de superar esta crisis sanitaria es poca. Estos países que se esfuerzan por acaparar vacunas olvidan que respiramos el mismo aire, que son una pequeña parte de la población, que se trata de un virus que sólo puede ser superado de manera conjunta y que el tiempo es factor clave en la aplicación mundial de vacunas.


Este patrón de desigualdad que brinda beneficios a corto plazo para países ricos, en realidad implica consecuencias negativas a largo plazo, es decir, el éxito de mayor vacunación en un pequeño porcentaje de la población mundial sin solidaridad internacional provocaría la mutación del virus, mayor número de contagios y muertes, y mayor incertidumbre en el fin de la pandemia. Proponer planes como Covax que procuren a países con menor posibilidad de obtener vacunas me parece un buen inicio en cuanto a las vacunas, pero requiere de cooperación y voluntad internacional.


En este sentido, vale la pena replantear aquellas acciones que han sido reducidas a la acumulación de riqueza y que también otorgan beneficios a corto plazo para un pequeño grupo privilegiado pero que resulta por afectar a una mayor cantidad de gente de manera negativa. De entre tantos ejemplos, pienso en la extracción de recursos naturales, producción masiva de maquinaria y venta de combustibles, que genera ganancias para unos cuantos, pero deterioran el medio ambiente de manera significativa condenando a las siguientes generaciones. Es el libre mercado en forma de grupos de poder que determinan cómo, dónde, y cuándo.


En tanto nos encontremos en el mismo planeta, respirando el mismo aire, no tiene sentido continuar con la competitividad voraz, sin equidad, acaparando recursos porque implica más daños que beneficios. Ha sido un fracaso moral, uno que ha dejado un desastre para la mayoría, pero aún hay tiempo para retomar el camino de la equidad. No se trata de orgullos nacionalistas, sino de superar esta crisis humanitaria -y ahora moral- que ha causado miles de muertes, pérdidas económicas, crisis educativas, laborales, entre muchas cosas más.


Ustedes no están para saberlo ni yo para contarlo, pero… este 21 de febrero se cumplieron 173 años de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista por Marx y Engels. Nos recuerda que a pesar de las desigualdades que el capitalismo pueda generar, siempre hay la posibilidad transitoria hacia una realidad diferente a través de la acción conjunta.


Contacto por Twitter y Facebook @marmenesesva

Esta columna fue publicada en: martinrodriguezhernandez.com


Fuentes consultadas:

“El 45% de las vacunas anti-COVID-19 se han administrado en los países del G7.”. (2021) Recuperado de: https://expansion.mx/mundo/2021/02/20/el-45-de-las-vacunas-anti-covid-19-se-han-administrado-en-los-paises-del-g7

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