El cuidado es una acción muy compleja, de manera simple podemos decir que se trata de prestar atención a algo o alguien, mantenernos atentos frente a sus necesidades, una acción de sobrevivencia en el mundo. Significa también aceptar que somos seres vulnerables y necesitamos de otros. El cuidado requiere tiempo, espacio, afectos y, por ello, ha sido considerado como un trabajo que <<ha adquirido relevancia en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI a partir de los debates promovidos por el feminismo>>1.
En distintas investigaciones se ha abordado el cuidado desde su “domesticación”, así se analiza este desde
la dimensión material, es decir, las actividades más visibles, los tiempos, el espacio en que se tiene lugar; la dimensión emocional, afectiva de las relaciones, sentimientos como amor, compasión pero también las tensiones, los conflictos, las violencias, incluyendo aquellas que se producen en el proceso de cuidado y la dimensión moral, que hace referencia al sentido del deber ser, la responsabilidad, la abnegación, el sacrificio, la gratitud, las regulaciones del don y el contra don.2
Vale la pena rescatar la dimensión moral, este deber ser es un elemento que nos incluye a todos como seres humanos pero, es pertinente reconocer que para las mujeres la dimensión moral es mucho más fuerte por nuestra relación directa y constante. En la sociedad se han establecido roles de género muy definidos, las mujeres desde que nacemos aprendemos el rol que nos toca; en la línea del cuidado la maternidad es el rol más evidente, pues <<las mujeres son preparadas social y culturalmente para la maternidad como eje de su condición genérica>>3.
La maternidad ha sido tema de mucho debate, porque en el imaginario común <<en el caso de las mujeres no tener hijos es un atentado imperdonable a la naturaleza. Es concebido como una mutilación de la mujer.>>4. Las mujeres no tienen mayor o menor valor por decidir ser madre o no5. Independientemente de ser madres o no, el cuidado de otros sigue presente por estar internalizado en nosotras, en nuestro cuerpo, espacio y psicología.
En este sentido, Marcela Lagarde afirma que la dimensión moral provoca que las mujeres vivamos por y para los otros, entonces en la esfera pública tenemos comportamientos que son una “extensión de la maternidad” y nos llama “madres públicas”. Las maestras, enfermeras, psicólogas, nanas, cocineras, asistentes en residencias para adultos mayores, entre otras << a partir de sus funciones, actividades y trabajo realizan la reproducción social en instituciones públicas>>6. En nuestra vivencia por y para los otros pensamos en servir.
El cuidado como madres y extensión de esta misma, está presente en la cotidianidad, más que un instinto es algo inculcado moralmente y que se aprende con experiencia. Es invisibilizado hasta que el cuidado se enfrenta a una crisis que requiere visibilidad e involucra a los demás.
Dos ejemplos claros son los colectivos de familiares que buscan a desaparecidos, según narra Centro Prodh <<la explicación para ellas es clara: son las cuidadoras. Primero, en la familia. Ahora, en el espacio público>>7, también en situaciones de crisis como la falta de agua en donde según narra una madre, <<No se consideran un montón de cosas que nosotras como mujeres debemos sortear en el día a día [en nuestro rol de cuidados impuesto]. La higiene, la limpieza de la casa, de la familia, el lavado de ropa, la alimentación misma>>8
Es hasta momentos como los anteriores que miramos los cuidados como eje central de nuestra humanización, como eje de nuestro existir y permanecer en el mundo. El cuidado y el trabajo doméstico asignado a la mujer para “complementarse como mujer”, ha sido un elemento de opresión que poco a poco se ha ido enfrentando a través de políticas públicas que incluyen a otros en el cuidado, pero no es suficiente. Si seguimos asignando el papel del cuidado a un género entonces será difícil comprender que es responsabilidad de todos y todas cuidarnos a nosotros mismos y a los otros.
Es importante que dialoguemos sobre el impacto que esta dimensión moral ha tenido sobre nosotras, nuestras madres y abuelas. Dialoguemos con ellas y con nuestras amigas para entender cómo ha sido la responsabilidad que le asignamos a las mujeres de nuestro alrededor sobre el cuidado. Igual de importante es que los hombres se involucren en el deber del cuidado con sus hijxs para que las infancias crezcan en un ambiente de amor, en la misma línea que aprendan a dialogar con sus amigxs y familia. Externar que necesitan ser cuidados y abrazados por ellos y otros será fundamental para disminuir la dimensión moral en las mujeres que ha sido opresiva.
Construyamos espacios en los que todxs podamos acercarnos a esta tarea del cuidado para que este sea responsabilidad compartida, recíproca y solidaria desde el amor y no la imposición a un género. Dialoguemos desde el amor y cuidado a nosotros mismos y a quienes nos rodean, pues necesitamos del otro para sobrevivir y sentirnos amados. Es una lucha contra el patriarcado que toma tiempo, esfuerzo, solidaridad, cuidado y amor pero que se construye entre todxs desde nuestras fronteras.
1.- Carmona Gallego, Diego. La resignificación de la noción de cuidado desde los feminismos de los años 60 y 70. En-claves del pensamiento, 13(25), Ciudad de México, 2019. p. 105.
2.-Martín, María Teresa. Dibujar los contornos del trabajo de cuidado. En Batthyany Karina. Miradas latinoamericanas a los cuidados, Siglo XXI, Ciudad de México, 2020 (1 a ed.). p. 245.
3.- Lagarde Marcela. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. UNAM, Ciudad de México,2005, (4ta eds). p. 398.
4.- Ibídem, p. 418.
5.- La maternidad ha enfrentado varios obstáculos para las mujeres; para algunas significa un impedimento para realizarse en la vida pública y profesional, para otras es una obligación, para otras un privilegio. Sin duda deben garantizarse los cuidados y crianza colectivos para maternar sin sufrimientos, acompañadas por otros y por el Estado.
6.-Ibídem. p. 397
7.-Nos llaman las locas de las palas. México: Centro Prodh y Fondo Canadá para Iniciativas Locales, 2020, (1 a ed.). p. 32.
8.-Oyarce, Ignacia. Mujeres en Petorca: sobreviviendo gota a gota. Braga, 2020 recuperado de: https://www.elmostrador.cl/braga/2020/12/10/mujeres-en-petorca-sobreviviendo-gota-a-gota/
Bibliografía:
Carmona Gallego, Diego. La resignificación de la noción de cuidado desde los feminismos de los años 60 y 70. En-claves del pensamiento, 13(25), Ciudad de México, 2019. (pp.104-127). Recuperado en 17 de diciembre de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-879X2019000100104&lng=es&tlng=es.
Lagarde, Marcela. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. UNAM, Ciudad de México,2005, (4ta eds)
Martín, María Teresa.(2020). Dibujar los contornos del trabajo de cuidado. En Batthyany Karina. (1 a ed.). Miradas latinoamericanas a los cuidados.(pp. 243-288). Ciudad de México: Siglo XXI
Oyarce, Ignacia. Mujeres en Petorca: sobreviviendo gota a gota. Braga, 2020 recuperado de:https://www.elmostrador.cl/braga/2020/12/10/mujeres-en-petorca-sobreviviendo-gota-a-gota/
**Esta columna fue publicada originalmente en: http://ecologiadelsaber.com/
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