Las fobias, entendidas como miedo intenso, desproporcionado e irracional, existen orientadas hacia diferentes cosas; uno de esos miedos intensos e irracionales ha sido orientado al Otro, lo cual resulta paradójico si consideramos que vivimos y nos construimos con Otros. En este sentido, la política ha tenido un papel fundamental en la concepción que tenemos de ese Otro incluso desde su propia definición.
Existe la definición de que la política no es la esencia de el hombre, sino que nace Entre-los-hombres1. Por otro lado, para Hannah Arendt, la política es un milagro, <<El milagro de la libertad yace en este poder comenzar [Anfangen–Können.] que a su vez estriba en el factum de que todo hombre en cuanto por nacimiento viene al mundo —que ya estaba antes y continuará después — es él mismo un nuevo comienzo.>>2. En ambas definiciones intervienen muchas personas y muestran que sólo si se hace con y para otros, se puede construir en colectividad. Puesto que el ser humano depende de otros en su existencia, la política es una necesidad ineludible para la vida humana.
Estas definiciones han entrado en contradicción con nuestras acciones a lo largo de la historia. La fobia de escuchar al Otro, construir con este y repensar la realidad es clara en diferentes narrativas reales y ficticias: En Antígona de Sófocles, en el mismo contexto de Hannah Arendt, en la contracultura de la década de los sesentas y en la forma de hacer política hoy.
En Antígona, la fobia de Creonte de incumplir la ley humana le impiden saber que el Otro -Antígona- obedece algo diferente que Creonte: la ley divina, que le manda a sepultar a su hermano por sobre todas las cosas3; en el contexto de Arendt, la fobia alemana hacia la comunidad judía, y la raza aria dispuesta a exterminar a judíos; en la contracultura que nace a nivel internacional en la década de los sesenta, supuso un miedo intenso para el poder hegemónico, en México el miedo intenso provocó que Díaz Ordaz perpetuara “la matanza de Tlatelolco” -a la vez en una fobia por el comunismo-.
En este sentido podemos mencionar otros hechos históricos y dentro de la literatura que demuestran la fobia hacia el Otro, lo que significa reconocer su existencia y sus motivos de lucha. Los movimientos sociales, y la manera en la cual actúan los órdenes dominantes, son el ejemplo más claro de la “fobia de reconocer al otro”, tanto la matanza de 1968 como la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa en el 2014, son evidencia de ello.
En el último siglo, la hegemonía mundial tuvo fracturas, lo que se hizo notable con la crisis de 2008, que “puso en primer plano las contradicciones del modelo neoliberal, y hay la formación hegemónica neoliberal4 es cuestionada por diversos movimientos antiestablishment”5 a lo cual Chantal Mouffe se refiere como “momento populista”. A pesar de la fobia que pueda causar el término “populista”, Mouffe no se refiere a un régimen populista, si no a “la emergencia de múltiples resistencias contra un sistema político económico que se percibe cada vez más controlado por élites privilegiadas que hacen oídos sordos a las demandas de otros grupos de la sociedad”6.
Observamos que hay una tendencia de hacer oídos sordos a las demandas de Otros, incluso cuando estas demandas son evidentemente necesarias ante una crisis general de la hegemonía mundial. Las demandas son ignoradas por la fobia del establishment político de perder el poder y también, en cierta forma, son ignoradas por grupos de izquierda. Sólo depende de cómo se articulen estas resistencias y el tipo de política utilizada para desafiar al neoliberalismo, si esta nueva formación hegemónica podrá resultar más autoritaria o más democrática7.
Entonces, la fobia al Otro, desde las anteriores perspectivas, la podemos entender como la fobia de las prácticas hegemónicas por reconocer alternativas. Lo anterior resulta legítimo en un ambiente político en el que es necesario volver a empezar y considerar al Otro, además “todo orden existente es susceptible de ser cuestionado por prácticas contrahegemónicas que intentan desarticularlo para instalar otra forma de hegemonía”8.
La política entonces, es reconocer el pluralismo, y que cuando surja el conflicto “no tome la forma de antagonismo (una lucha entre enemigos), sino la de un “agonismo” (una lucha entre adversarios)”,la posibilidad de convivir, construir como colectividad. Cuando lo anterior falla, entonces es preciso recurrir al milagro del que habla Arendt para volver a empezar y hacer un mundo político más libre y por lo tanto, más digno en el que el Otro sea reconocido.
Perder la fobia de “reconocer al otro” implica admitir que la política es una lucha agonista, lo cual ofrece un panorama amplio de alternativas reales y la posibilidad real de una articulación de luchas.
Citas:
1.-Arendt, Hannah, ¿Qué es la política?, Paidós, Barcelona, 1997 p.46.
2.-Ibídem. p.57.
3.-Sófocles, Antígona. Penguin Clásicos
4.-Chantal Mouffe se refiere por hegemonía neoliberal a un conjunto de prácticas económico-políticas orientadas a imponer las reglas del mercado y a limitar el rol del Estado a la protección de derechos de propiedad privada, libre mercado y libre comercio. Mouffe,Chantal. Por un populismo de izquierda. (1a.ed.). Siglo XXI: Buenos Aires.2018. p.12
5.-Ibídem p.9
6.- Ibídem. p.17.
7.-Ibídem p.60
8.- Ibídem, p.65
9.- Ibídem, p.67
Bibliografía:
1.-Arendt, Hannah, ¿Qué es la política?, Paidós, Barcelona, 1997
2.-Mouffe,Chantal. Por un populismo de izquierda. (1a.ed.). Siglo XXI: Buenos Aires.2018
3.-Sófocles, Antígona. Penguin Clásicos
Esta columna fue publicada en: ecologiadelsaber.com
![](https://static.wixstatic.com/media/f15324_fc0248235a364fd48ece907df323a904~mv2.jpg/v1/fill/w_345,h_330,al_c,q_80,enc_avif,quality_auto/f15324_fc0248235a364fd48ece907df323a904~mv2.jpg)
Commentaires